El viaje empieza en Hinojosa de Duero, hay un buen número de animados parroquianos del entorno apuntados también a la excursión además del autobús que nos acercaría al puerto fluvial de Vega Terrón. Un curioso y desconocido lugar donde el Águeda se entrega al Duero, y éste se nos escapa hacía Portugal. Coincide con el punto más bajo de la comunidad autónoma (135 msnm) y es implícitamente nuestra única salida al mar a través del Douro, navegable hasta este punto.
Por el Alto Douro Vinhateiro
Nuestro barco, el Villa de Meira, parecía poca cosa ante el par de presuntuosos cruceros de 80 m de eslora atracados en el muelle. Sin embargo un barco que en su juventud se había curtido en las fuertes marejadas gallegas, ahora casi jubilado, es toda una garantía para navegar por el manso río sin necesidad ya de bruscos pantocazos.
Al pasar Barca d’Alba nos olvidamos del barco impresionados por las laderas del valle y el mismo río. Ahora, entre la suave luz matinal del otoño, los cuidados bancales de viñedos se sucedían a ambos lados salpicados de olivos, almendros, naranjos, limoneros e higueras. De no ser por la presencia de algún eucalipto disperso pensaríamos, más bien, que estamos en alguna isla mediterránea.
El río, aunque sabemos que represado, discurría ancho y limpio. No presentaba señales de languidez en cuanto a su caudal (parece que los tratados entre países funcionan en cuanto a ríos se refiere). La abundante fauna se manifestaba con descaro; observamos cormoranes, garzas, azulones y alguna rapaz. También peces saltarines que nos parecieron barbos.
Un ferrocarril abandonado
Además de la naturaleza imponente, la señal que el hombre ha ido dejado por los siglos también se manifestaba constantemente. Sugerentes instalaciones ferroviarias abandonadas, quintas, bodegas, palomares y ermitas armonizaban sobre las cuidadas laderas. Y, ¿cómo no?, también en leyendas intangibles, como la de amor y aventura del británico barón de Forrester cuyo cadáver aun se busca por el Douro, según nos contaba Jose.
Entre lo mencionado anteriormente, los restos del ferrocarril internacional que unía Pocinho con La Fuente de San Esteban son sobrecogedores. Esta línea tiene una historia interesantísima que merece estudiar aparte. Aquí nos quedamos con la impresionante sucesión de túneles, viaductos y puentes que festonean el río casi a nivel, pero que su altura original debió de ser considerable antes de ser embalsado. Las azulejadas estaciones portuguesas, ahora abandonadas, rememoran otros tiempos. Aquellos en en los que en la Península Ibérica había más corredores de interés además del “corredor mediterráneo”. La parte española, al menos ha sido declarada Bien de Interés Cultural.
La esclusa de Pocinho
Así llegamos a la represa hidroeléctrica y esclusa de Pocinho. Nada menos que 25 m de desnivel son necesarios salvar. La verdad es que no te das cuenta. El gran vaso de casi 90 m de longitud por 12 m de anchura se vacía con rapidez a medida que los muros de hormigón “crecen” sobre el barco cuando este desciende. No deja de ser una curiosa y relajada experiencia por lo escaso de estas infraestructuras por nuestra tierra.
A partir de aquí la actividad humana relacionada con el río es más evidente. Los embarcaderos se suceden y la pesca es una actividad habitual, incluso vimos tirar redes desde pequeñas embarcaciones.
Poco más abajo el río se retuerce en un cerrado meandro en el que el río de Tras os Montes, el Sabor, se enfrenta al Douro a “contrapelo”, con un ángulo imposible. Allí arribamos al embarcadero de la freguesía de Foz do Rio Sabor (desembocadura del Sabor) donde nos apeamos en un hermoso paraje con playa fluvial incluida después de haber recorrido unos 35 kilómetros por el río.
NOTA: Ver imágenes en articulo original.
Fuente:
Artículo: "Douro. Desde Hinojosa de Duero … a América.(I)" Publicado en http://duriusaquae.com por Javier.
URL: http://duriusaquae.com/douro-desde-hinojosa-duero-america-i/
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