jueves, 9 de febrero de 2017

Enredos de amor en la casa de las conchas

Hace mucho tiempo, en la lejana Salamanca del siglo XV, un hombre soñó una casa.

Para que el sueño de Rodrigo Maldonado de Talavera se convirtiera en la Casa de las Conchas, hizo falta perseverancia y paciencia. (Y también, claro, montones de maravedíes. Pero los maravedíes no eran problema grande para Rodrigo Maldonado).

La edificación soñada era tan inmensa, que no tenía solar suficiente con sus propiedades. Rodrigo Maldonado tuvo que convencer al Cabildo catedralicio, para que le vendieran unas casas que poseían junto a las suyas en aquel lugar. Y no fue fácil. El Cabildo tardó años en plegarse a aquella venta.

La documentación de la venta está fechada en abril de 1486. Y hay una segunda venta de más casas en 1493. El derribo de todas ellas y la edificación de la Casa de las Conchas es de suponer que comenzara por tanto a finales del siglo XV. Y es probable que la construcción no se completara hasta entrado el siglo XVI.



Aquella flamante Casa de las Conchas era más imponente que la que hoy conocemos. Se dice que se extendía hasta la actual calle Meléndez. Y existe documentación que habla de sus torres. Tuvo al menos tres. Una, en la esquina con la Rua.

Otra, en la misma calle al extremo opuesto del edificio.

Y se menciona una tercera torre en la calle Sordolodo (actual calle Meléndez).

En la documentación encontrada se dice además que las torres eran “muy crecidas”. Recomiendan los entendidos que para imaginar aquellas torres primitivas de la Casa de las Conchas, nada mejor que elevar la mirada a la Torre del Aire.

A esta Casa de “torres crecidas” (o a parte de ella si es que no estaba aún rematada del todo) llega Juana de Pimentel recién casada. Su marido, Arias Maldonado, hijo de Rodrigo Maldonado de Talavera, toma del escudo familiar de su mujer el motivo de las conchas, y en un arrebato amoroso da la orden de envolver la casa en centenares de esas conchas.

Los más romanticones de los estudiosos de este edificio no pierden la oportunidad de atraer nuestra atención hacia la que llaman Reja del Amor, en la fachada de la casa de las conchas salamanca

Está justo encima de la actual oficina de turismo. Explican que los peces a ambos lados del escudo de los Maldonado, en la zona superior de la ventana, representan a los delfines de Afrodita, diosa del amor.

El monumento al amor se completa con los amorcillos de la parte inferior de la ventana.

Los más escépticos en esto de los efectos secundarios del amor sobre la arquitectura, explican que lo que en realidad manifiestan las conchas es la profunda devoción de la familia Maldonado al apóstol Santiago.

Entre el arrebato religioso y el arrebato amoroso yo me quedo con el amoroso que es mucho más resultón.

Voy a no dar importancia a las capitulaciones matrimoniales de la joven pareja, en las que se comprueba que el matrimonio de Juana Pimentel y Arias Maldonado fue concertado por sus estratégicos padres. Tampoco voy a tener en cuenta que la familia Maldonado dejó atado y bien atado en las capitulaciones lo relativo a la dote de Juana Pimentel: una suma muy cuantiosa que se le entregaría al novio en tres plazos; el primero treinta días antes de la boda, el segundo al año de la celebración, y el tercero a los dos años…

Voy a pasar por alto todo eso, y elijo creer (¿por qué no?) que a la Casa de las Conchas llega una joven esposa enamorada, rebosante de risas ante la idea un tanto loca de su enamorado marido de cubrir el edificio de conchas.

Nuestra Juana Pimentel haría su vida en las habitaciones de las ventanas principales de la calle Compañía. Y se apoyaría a lo mejor en la balaustrada de la segunda planta del patio, a contemplar el cielo entre el bullicio ajetreado de los criados en la planta inferior.

Aunque de vez en cuando no podría evitar que se le enredaran los ojos en alguna de las aterradoras gárgolas del patio, y se le escapara el pensamiento a algún territorio sombrío; porque a quién no le persigue alguna sombra…

Quizá esta Casa de las Conchas tan amorosa fue la que inspiró al autor de la comedia Todo es enredos de amor. Se atribuye a Diego de Córdoba y Figueroa, pero también se ha dicho que su autor pudo ser Agustín Moreto.

Fuera cual fuera su autor, esta obra de nuestro teatro del siglo de oro transcurre en la Casa de las Conchas. Y cuenta una historia muy del Barroco. Llena de disfraces, enredos, confusiones, y amores arrebatados que no reparan en los medios con tal de lograr sus fines.

En la comedia, la dueña de la Casa de las Conchas es una viuda que alquila las habitaciones a estudiantes de la Nobleza. Ha puesto una cédula en el portalón de la casa avisando que <<se alquila un cuarto principal>>. A ese cuarto principal va a parar la protagonista, doña Elena, que viene desde Madrid a Salamanca disfrazada de hombre, fingiéndose estudiante, dispuesta a convertirse en el mejor amigo de Felix de Vargas, otro estudiante hospedado en la casa de las Conchas, y del que Elena se ha enamorado perdidamente y sin solución por el simple hecho de haberle visto desde la ventana, pasando por delante de su casa madrileña…

Una escalera misteriosa, escondida tras una puerta en el cuarto de doña Elena, es lo que marca la frontera entre la superficie y los sótanos, la realidad y la mentira, la ropa y el disfraz, entre lo que soy y lo que crees que soy. Una escalera quizá de caracol, de las que se enredan y enredan. Una escalera quizá como la que está entre rejas, a mano derecha según entramos en el patio de la Casa de las Conchas.

Esa escalera misteriosa (Escalera de caracol Con puerta de rejas en patio Casa de las conchas) unía el patio con los sótanos (ahora ya no) y también con las plantas superiores y a ellas entre sí.

No es difícil imaginar a doña Elena vestida de hombre (caminando por los pasillos, hoy repletos de libros y donde seguro también está el suyo), dirigiéndose a su cuarto de estudiante para bajar a hurtadillas por esa escalera y mantener ante todos la compostura de sus disfraces. Que el que más y el que menos ha echado mano alguna vez de una de esas escaleras de caracol que desembocan en el reino de los disfraces… Resulta que al final habrán hecho bien en meter entre rejas la escalera de caracol…

El final de la obra no lo voy a desvelar. Pero vamos, que tratándose de una comedia que se desarrolla en un edifico recubierto de románticas conchas, muy mal no puede acabar...

En la época en que se escribió Todo es enredos de amor, la Casa de las Conchas todavía conservaba su esplendor, sus espectaculares torreones y su distribución original.

Fuentes: https://historiasdelcuartodeatras.blogspot.com.es/2013/03/la-casa-de-las-conchas-enredos-de-amor.html

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