Si el itinerario se ha realizado por la tarde y, por supuesto, se tiene o se dispone de la intendencia para regresar al punto de partida en condiciones, sin duda merece la pena terminar la visita cruzando al otro lado del puente sobre el río Adaja y siguiendo un corto tramo de carretera, acercarnos hasta el humilladero de los Cuatro Postes. La panorámica de la ciudad resulta espectacular. Y si coincide con un atardecer, es especialmente mágico el ver como la urbe se va iluminando, con la muralla en primer plano y el cielo de Ávila va tornando desde el azul hasta el negro, en una experiencia difícil de olvidar. Vista desde aquí, la estructura cabalística de Ávila, la Jerusalén de Castilla, como la bautizó el poeta Avner Pérez, o, si se prefiere, el castillo interior de Teresa de Cepeda y Ahumada, es algo tan evidente que apenas necesita explicación.
¿Y a qué responden Los Cuatro Postes?. Pues dos leyendas, que no tienen porque ser contrapuestas, han explicado su razón de ser.
Por una parte, hacia el año1157 los pobladores de la ciudad decidieron agradecer el fin de la epidemia de peste que había asolado Ávila y su Tierra realizando una romería hacia la ermita de San Leonardo. Todos quisieron acudir ya que, el que más y el que menos, había sufrido los embates de la mortal enfermedad y querían expresar su dicha por continuar con vida. Ávila quedó prácticamente desierta y los musulmanes que siempre acechaban desde sus posiciones sureñas, aprovecharon para asaltarla y robar todo aquello de valor. Después, huyeron con el botín.
Al enterarse de lo ocurrido, los regidores Nuño Rabia y Gómez Acedo reúnen hombres para iniciar la persecución de los malandrines, dividiendo en dos partidas a los mismos para intentar cercar a los saqueadores. Sin embargo, la tropa que no estaba bajo su mando, retrocede hacia Ávila y se encierran en la misma. Así que, cuando después de escarmentar a los asaltantes y recuperar lo saqueado, regresan a Ávila, se encuentran con las puertas de la muralla cerradas y con los traidores ejerciendo de alcaides. Éstos exigen parte de lo incautado para liberar la ciudad.
La intercesión real no se hizo esperar y el propio rey Sancho III de Castilla, acudió a mediar, entrando en Ávila y echando a los miserables de la misma. Decretó para ellos, que siempre vivieran extramuros, sin ningún privilegio. Éste habría sido el origen de los arrabales medievales.
Las autoridades municipales decidieron que la romería originaria se repitiese anualmente y se construyó el monumento de Los Cuatro Postes para que estos lamentables acontecimientos quedaran en la memoria colectiva.
Otra leyenda cuenta que fue en este lugar donde los niños Teresa de Jesús y su hermano Rodrigo fueron interceptados por su tío cuando partían hacia el sur a evangelizar infieles, sin importarles morir en su intento ya que se convertirían en mártires. Y es que estaban tan fuertemente influidos por las lecturas de libros de caballería que querían vivir una aventura de esta índole.
Años después, cuando Teresa es "despachada" de la ciudad por sus divergencias a la hora de entender la expresión de la religiosidad, paró en su marcha de la ciudad allí mismo y, mirando hacia Ávila mientras se quitaba las sandalias y las sacudía, dijo: "De Ávila, ni el polvo". Menos mal que, más tarde, se reconcilió con su patria chica.
Fuentes: http://www.avilaturismo.com/es/que-saber/leyendas-de-la-ciudad/item/361-los-cuatro-postes
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