Aguas arriba del Tormes, allí donde el río estrena su condición de salmantino, persisten huellas de los primeros pobladores que bebieron de su cauce. Desde el cerro del berrueco a los dólmenes de Salvatierra y Aldeavieja, las viejas huellas de nuestra historia reclaman reconocimiento y protección.
La provincia de Salamanca tiene aún grandes tesoros ocultos por descubrir al gran público y la comarca del Alto Tormes salmantino, que atesora milenios de historia, es un claro ejemplo de ello. El río Tormes, símbolo natural de la provincia, entra el Salamanca por el municipio de El Tejado, localidad que se caracteriza por tener tres núcleos de población separados por muy escasa distancia (La Casilla, La Magdalena y El Tejado). Sin embargo, la característica que más define al pueblo, oculta a simple vista, pero visible desde cualquier lugar es la riqueza arqueológica que atesora El Cerro del Berrueco, por donde han pasado durante siglos diferentes culturas que han dejado allí su poso.
La importancia del legado allí depositado fue tal que la zona fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1931. Y es que El Berrueco reúne en muy poco espacio restos de asentamientos humanos de épocas muy diferentes. Así, según indica la Junta de Castilla y León, en la zona denominada.
La Dehesa se documentó un cazadero del período Magdaleniense del Paleolítico Superior; en La Mariselva un poblado de Neolítico final a Edad de Cobre, mientras en El Cancho Enamorado hubo pobladores al final de la Edad de Bronce; en Las Paredejas un castro de la Edad de Hierro y en Los Tejares un castro de época ya visigoda “en el que se encontraron numerosas monedas que fueron pasto del expolio y vendidas a coleccionistas particulares”.
El Berrueco cuenta con asentamientos del Paleolítico, Neolítico, Edad del Bronce o del Hierro
Muchos han sido los expolios que ha sufrido el Cerro y que sigue sufriendo de una manera u otra dado que aún en pleno siglo XXI no se respeta la riqueza que conserva el subsuelo; prueba de ello es la paralización de parte de las obras previstas en el entorno para realizare caminos de concentración parcelaria. Al parecer, se inició el proceso sin las medidas de control arqueológico necesarias y sin una prospección que determinara por dónde deberían trazarse los caminos. Tal fue la situación que la ponencia técnica de la Comisión Territorial de Patrimonio celebrada el 17 de septiembre de 2020 ya constató cómo la prospección arqueológica llevada a cabo ese verano se llevó a cabo “en menos de la mitad del trazado de los caminos proyectados” dado que gran parte de ellos “se encontraban ya ejecutados”.
Pero no todo son malas noticias para el Cerro ya que también ha habido personas que se han preocupado por descubrir, conservar y proteger todo este legado para generaciones venideras. Tal y como recuerdan los arqueólogos Óscar López Jiménez y Victoria Martínez Calvo, impulsores de las últimas excavaciones realizadas allí en tres campañas desde 2003, la primera investigación de importancia la desarrolló César Morán, profesor del colegio de los Agustinos. En 1918 realizó una visita a la zona y recogió una importante cantidad de materiales que publicó al año siguiente. Después, desarrolló diversas campañas de excavación entre 1919 y 1921. “Los trabajos de Morán son muy precisos en lo que se refiere a la descripción física del sitio, sus recursos naturales y la importancia de las comunicaciones. Para él, todo el conjunto es una sola unidad que pertenecería a una gran ciudad, cuyo poblamiento comenzaría en los tiempos neolíticos hasta época romana. Gracias a él tenemos también noticias de la ubicación original de los verracos que ahora se encuentran en El Tejado y Puente del Congosto”, señalan.
César Morán fue el impulsor en los años 20 del siglo pasado de varias excavaciones en la zona
Tras él, la investigación arqueológica dio importantes pasos a mediados del siglo pasado, recuerda, con los trabajos de Juan Maluquer cuando estudió las colecciones procedentes de la zona. Se planteaba que se trata de un con junto de yacimientos y no de una sola unidad como creía Morán. Sus excavaciones comenzaron en 1953 y se prolongaron en forma de cortas campañas hasta 1956. Dos años después publicó sus conclusiones, donde ya hace la diferenciación de casi todos los grandes yacimientos conocidos: La Mariselva, El Cancho Enamorado, Los Tejares, La Dehesa y Santa Lucía (en referencia a Las Paredejas).
Tras ellos, llegó José Francisco Fabián, que, como recuerdan los arqueólogos, realizó una campaña de excavación en los años 80: el yacimiento del Paleolítico Superior de La Dehesa. “Este lugar había sido ya señalado por el padre Vicente Belda, profesor del Colegio de los Padres Reparadores de Alba de Tormes, en los años 70”, concluyen.
Óscar López y Victoria Martinez encabezaron un equipo que practicó las últimas prospecciones de este importante espacio. Desde entonces, defienden la necesidad de una mayor protección que preserve la zona del expolio que se ha sufrido durante décadas (al menos se preservan objetos en el Museo de Salamanca y en el Museo Arqueológico Nacional). Algunas piezas, como el verraco encontrado en los años 60 en el entorno del cerro, han encontrado un lugar y lucen sin riesgo. En este caso, en la plaza del Ayuntamiento de Puente del Congosto, visible para todo el mundo.
El Berrueco es el gran referente de los yacimientos prerromanos, romanos y visigodos en la comarca, pero hay muchos más y, como este caso, prácticamente olvidados. Es el caso del túmulo de El Turrión de Navamorales, de época Neolítica y cuyos últimos estudios datan de los años 80 a cargo de Manuel Santonja, J. Cerrillo, José Francisco Fabián, Antonio Fernández, María García. Se encuentra en una finca particular al igual que la conocida como Tumba del Moro de Bercimuelle, una excavación en la piedra, muy próxima a la estación de aforo del río Tormes en Puente del Congosto y que, según recoge José Francisco Fabián, doctor en Prehistoria y Arqueología, en la Historia de Béjar del Centro de Estudios Bejaranos, “ forma parte de un conjunto de tumbas con datos inexactos sobre su datación “pero dan una idea aproximada del ambiente que se debió vivir entre la desintegración del imperio romano y la reordenación de la zona con la repoblación medieval”.
Ninguno de estos espacios forma parte de itinerarios oficiales o programas de promoción
Más al sur del cauce del Tormes, en término de Aldeavieja, se encuentra el dolmen del Teriñuelo. Este, al contrario que el del Turrión, sí está excavado. Este sepulcro de corredor ha sido objeto de numerosas intervenciones arqueológicas, desde César Morán a finales de la década de los años 20 del siglo pasado a la que realizó la Junta de Castilla y León en 2005. Dada su ubicación en una elevación sobre el río, fue el único del entorno que no quedó cubierto por las aguas del pantano de Santa Teresa, como sí lo sufrieron los del Prado Nuevo y Prado de la Nava de forma parcial o el llamado El Teriñuelo de Salvatierra, que fue dado a conocer en 1926 por César Morán, según recuerdan en una de sus publicaciones el arqueólogo Manuel Santonja.
Las entrañas de las tierras del Alto Tormes conservan muchos más secretos y restos del legado de culturas anteriores. No obstante, las aquí expuestas son las más accesibles y, también, las que han sufrido cierto abandono institucional, según la queja de algunos de los arqueólogos, dado que ninguna de ella forma parte de un itinerario cultural oficial y señalizado, ni se encuentra en programas de promoción o de conservación a día de hoy. El peligro que sufren: el riesgo de olvido, deterioro y expolio.
Fuentes.
Artículo: "Las huellas de los primeros pobladores del alto Tormes en Salamanca" Publicado en https://www.lagacetadesalamanca.es/ por TEL El Tejado el 28/03/2021. Consultado el 28/03/2021.
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